18 tiki tiki ti

Ese día trabajamos. Porque si mal no recuerdo, había decidido irme de la pega de catering. Le avise a mi jefa con un mes de anticipación, y le expuse con toda honestidad como ee ritmo de pega me estaba liquidando la vida: subí 20 kilos de peso, no tenía vida porque tenía que despertar todos los días a las 3 am, no veía a mi pololo, nos estabamos peleando como enfermos... En fin. La cosa es que Sorel de ahí en adelante me empezó a hacer la ley del hielo - muy maduro-. Y un día cualquiera, un día de sobreexplotación cualquiera, Annie en un momento sintió que sus circuitos hacían corte, me miró fijo y me dijo: me voy. Yo vi en sus ojos mi misma desesperación pero sin miedo, coreana tenía que ser. No le importó nada: el honor, la ley, nada. Simplemente me miró, me avisó, yo asentí para darle apoyo,  se sacó rápidamente su delantal, pescó sus cosas y se fue. Me dio pena que se fuera, aunque fue una pena más menos egoísta. Era porque me iba a quedar sola, era mi única amiga en Australia, y porque sin la más rápida del equipo los demás la íbamos a pasar mal... Pero me gustó su acto de mandar todo al carajo. No merecían menos que eso.

La cosa es que yo comencé a trabajar en la bodega a la que había llegado al principio, pero sólo durante los fines de semana. Y para el 18 tuvimos que trabajar en la bodega, y después nos iríamos directamente a un carrete en Bronte.
Llegamos y el carrete ya estaba en llamas porque, obvio, todos habían llegado temprano y nosotros de noche. Nos pusimos al día con el alcohol porque una conocida - del grupo de bienvenida chileno- nos regaló una botella de whisky a medias que no tenía tapa, cantidad suficiente para ponernos a tono.  Pero el carrete terminó, porque tal como invasión extraterrestre, llegaron mil policías con sus linternas y trajes especiales, y en la oscuridad comenzaron a arrearnos como vacas en propiedad privada. Se desarmó la cosa. Esperamos a que se fuera suficiente gente para poder tomar la micro tranquilos, y partimos a la casa de un compañero de trabajo.
Pero yo al llegar a su casa estaba raja- de haber trabajado toda la semana y también el fin de semana-,  y de ahí son sólo flashes y recuerdos en negro: yo durmiendo en una silla en la cocina, después yo durmiendo en una silla en el patio, a nuestro amigo Diego se le quedó su billetera dentro de la casa, mi pololo saltó una reja, nuestro amigo Bruno se metió sin querer a la pieza de una niña pensando que era la puerta hacia el living.... la locura. 
Y al otro día llovió, me contaron las partes de la historia que no recordaba - como que también me había quedado dormida dentro del baño e hicieron un gran show para sacarme- y comimos hamburguesas, tomamos cerveza, vino, vimos películas, hicimos siesta. Un día perfecto. Estoy feliz de haber renunciado.





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